Una noche Gloria caminaba por una calle solitaria, cuando de pronto escuchó una voz que la llamaba.
—Glooooria…
—¿Qué, quién es?
Volteó sin poder ver a nadie y siguió caminando con el corazón latiendo fuertemente. Llegó a la esquina,
se sintió aliviada al ver su casa desde ahí.
—Gloooria…
Dijo nuevamente la voz que venía de abajo, de la tierra y corrió lo más fuerte que pudo, al llegar a la
puerta de su casa, se detuvo para buscar las llaves. Casi lo lograba (estar a salvo), pero tras un gran
ruido un hoyo se abrió de repente y se la tragó.
—¡AYUDAAA!
Gritó lo más fuerte que pudo, pero sólo consiguió que aquella masa entrara partícula a partícula por su
boca.
La tierra parecía estarla succionando hacia el centro de ella, y Gloria se llenó de terror, pensando que
nadie sabía que ya no estaba, y que nadie podía ayudarla.
Mientras era arrastrada, pudo asirse por un momento de lo que parecía ser una roca muy afilada, pero
eso que la jalaba era más fuerte y la arrancó haciendo que se cortara profundamente a lo largo de los
brazos.
La sangre comenzó a chorrear incontrolablemente.
A cada segundo que pasaba, Gloria oponía menor resistencia, el frío se apoderaba de su cuerpo y el
tiempo empezó a volverse intermitente entre oscuridad y la nada. Pronto permaneció en la nada.
La tierra entonces escupió su cuerpo en un callejón muy lejos de su casa, con la ropa maltratada y el
cabello inmerso en un gran charco de sangre.
¡SUICIDIO! Decían las primeras planas a la mañana siguiente.
letras de
Carolina Tejeda/ Nautas de Letras
dibujo de maurizio barraco
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